Dicen
que en el monte vivían dos hermanos. Pero mientras el se desvivía por atenderla
y hacerla feliz, ella totalmente indiferente, parecía gozar haciendo daño a su
hermano. A veces, hosca y huraña, lo privaba hasta del placer de su compañía.
Un día, cuando el volvía cansado y sediento del monte, ella derramó el último
bote de miel que tenían. Harto de soportarla, la invitó al monte, a buscar un
nuevo panal que había encontrado. Ella (inexplicablemente) aceptó. Al llegar a
un árbol muy alto, él le dijo que debía taparse la cabeza, pues había peligro
si las abejas andaban cerca. Ella sumisa y embozada, comenzó el ascenso antes
que su hermano. Cuando llego a lo más alto del árbol, él, simulando que
ascendía, fue bajando mientras desgajaba totalmente el tronco. Cuando pasó el
tiempo y ella, quitándose la manta, se dio cuenta de la trampa en que había
caído, comenzó a llamar a su hermano:
¡Turay! Al verlo que se alejaba le gritó:
¡Cacuy...Turay! (detente párate hermano).Pero él no regresó. Y mientras la
noche envolvía al monte con su manto de negrura, ella se convirtió en pájaro
que gime, llamando aún a su hermano.
Podemos
preguntarnos: ¿y si el hermano –tan bueno y generoso- requería los amores de su
hermana? ¿Y si precisamente, para evitar dárselos, ella se revestía de
hosquedad y le daba motivos para odiarla?. La hermana pudo tener presente el
tabú sexual que la sangre común le imponía, y no sentir como castigo el
convertirse en pájaro, sino más bien una liberación.
Pero
los paisanos, la gente común no hacen estas especulaciones. Profundamente
religiosa la gente ve el castigo a la maldad de la hermana, y la leyenda sirve
como un examen de conciencia a sus relaciones fraternales. Menos prosaicas son
las supersticiones que hay en torno al pajarito que lleva su nombre. Como toda
ave de origen mágico, su canto anuncia lluvia y es señal de disputa entre
hermanos. También lleva en sí cualidades esotéricas: si canta en el techo de la
casa, preanuncia muerte.
Tanto
en la leyenda del Cacuy como en la del Urutaú, hay una alegoría mítica: la
mujer abandonada que llora el alejamiento de su compañero. El ave- mujer que
con su gemido lastimero purgará eternamente una culpa moral: el Urutaú, la
liviandad con que aceptó los amores de un desconocido; el Cacuy, la perversidad
de la hermana.
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