Conozca
uno de los mitos más populares del Chaco y de Santiago. Él de la joven
Telesfora Castillo, que murió calcinada en los montes de Figueroa, pero que aún
sigue apareciéndose en esos lugares, igual no se asuste porque es generosa y
hasta puede concederle un deseo a cambio de que usted baile en su honor...
Entre
los tantos mitos y leyendas del campo, la de “La Telesita” es una de las más
difundidas, especialmente entre las personas que viven y trabajan en los montes
de Santiago del Estero y Chaco. Cuenta la historia que Telésfora Castillo vivía
en los montes del departamento de Figueroa, en Santiago del Estero, era muy
pobre, por eso “la Telesita” siempre andaba descalza y en harapos.
Un
día de invierno, cuando el frío era estremecedor, Telesita, vio a lo lejos, en
lo profundo del monte el resplandor de una fogata. Ella era muy inocente, por
lo que se acercó al fuego para calentar su cuerpo, pero no midió las
consecuencias. Se posó sobre un grueso tronco seco que estaba caído. Algunos
árboles estaban quemándose y de repente una llamarada proveniente de un arbusto
encendió su precario vestido. Pronto el fuego se apoderó de su cuerpo y se echó
a correr, hasta que el fuego la consumió. La gente del pueblo se extraño porque
esta muchacha amante del baile no concurrió esa noche a uno que se hacía. Al
otro día la encontraron quemada y todos la lloraron.
LAS TELESIADAS
Las
“Telesiadas” además son todo un rito, primero se le debe hacer una petición a
la Telesita. Para obtener respuestas, el promesante debe beber siete copas de
alguna bebida alcohólica por ella, luego tiene que bailar siete chacareras en
su memoria, mientras sigue tomando, hasta que se consumen las siete velas
encendidas en un altar previamente preparado dentro de un rancho. Recién una
vez consumidas las siete velas, comienza la algarabía general, llena de
alcohol, empanadas, asado y al ritmo de guitarras, bombos, bandoneones y
violines que tocan gatos, escondidos, malambos, zambas y chacareras,
acompañados por el estruendo y la humareda de los cohetes.
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